Cuando para la mayoría de las personas tener su propia casa es el sueño de su vida, para algunos vecinos de Ejido Norte, desde hace ya meses, es una auténtica condena.
El comienzo de esta penitencia vino a coincidir, según relatan, con la llegada a las calles La Dalia y Mira Maeso de nuevos ‘vecinos’ que ocuparon viviendas vacías y que, lejos de llevar una vida tranquila, han venido a poner patas arriba la vida de quienes, en muchos casos, llevaban más de una década viviendo en la zona.
Éste es el caso, por ejemplo, de los vecinos de las calles aledañas a La Dalia, que prefieren preservar su anonimato para, así, “evitar problemas”. Según relatan algunos de ellos, todo comenzó poco antes del verano de 2015; entonces, vieron cómo una joven pareja ocupó uno de los pisos de una promoción nueva que, como otras muchas, acabó en manos de una entidad bancaria, en este caso de La Caixa. La empatía hizo que, lejos de denunciar lo que habían visto, incluso mostraran cierta simpatía por estos jóvenes, algo que, más de un año después, consideran un grave error. “Tardaron apenas un mes en ocupar todo el edificio”, relata uno de los vecinos, quien lamenta que, para entonces, “ya era tarde”.
A día de hoy, el ruido, la suciedad y la presencia de animales como perros, gallinas, e incluso un cerdo, hacen su vida muy complicada. Tanto que una de las vecinas afectadas lamenta que “estoy viviendo en una cárcel, esto es una condena y, lo que es peor, no me puedo ir”. Esta vecina, como todos los de su edificio, que comparten el patio interior con el bloque ocupado, lleva meses durmiendo en el salón de su casa, espacio al que se ha visto obligada a trasladar su cama, dejando así inutilizados los dos dormitorios con los que cuenta la vivienda y que dan al patio. “Los ruidos son permanentes y los olores en verano son el mayor problema porque los animales no están cuidados”, comenta y añade que, incluso, “ha llegado a haber pulgas y garrapatas”. Ante esta situación, su única solución ha sido cerrar las ventanas, las puertas de los dormitorios e instalar un aparato de aire acondicionado en su salón para pasar las noches de verano. “Desde que llegaron, hacemos vida en el salón”, comenta su pareja, quien añade que, es más, “no recibimos visitas en casa porque nos da vergüenza que vean la situación que tenemos, ni siquiera podemos invitar a amigos”.
Otros han tenido mejor suerte, ha podido poner sus pisos en alquiler y huir hacia otros barrios del municipio. “Pero nosotros no podemos, no nos podemos permitir pagar una hipoteca por este piso y un alquiler en otro sitio”, lamentan. Luego, su única opción es “aguantar”. Desde que comenzara su calvario, han intentado todo lo que está en su mano y han llegado a una única conclusión: “estamos totalmente desamparados”.
Según cuentan estos vecinos, han sido muchas las veces que se han visto obligados a llamar a la Policía Local para que intervenga y otras tantas las denuncias que han puesto contra los okupas. “Pero la Policía Local no puede hacer nada”. Y es que los agentes no pueden entrar en las viviendas ocupadas sin una orden judicial. Pero no sólo eso. Esas mismas denuncias han llegado a La Caixa, entidad bancaria que, según los vecinos, es la propietaria de los pisos ocupados y que, sin embargo, “pasa de nosotros”. “Lo único que hemos conseguido en todo este tiempo es que el Ayuntamiento les corte el agua”, apunta una de las vecinas, quien dice que, aún así, han encontrado cómo hacerse del líquido elemento.
Después, incluso, de consultar a un abogado, éste les dijo que, teniendo en cuenta que la entidad bancaria no ha decidido aún tomar cartas en el asunto, “lo único que podemos hacer es presionar al Ayuntamiento para que éste, a su vez, presione a La Caixa” y la caja, al final, denuncie la ocupación del edificio. En el mejor de los casos, y si La Caixa denunciara, el edificio podría ser desalojado en unos dos años.
Mientras tanto, a la problemática que ya supone no poder hacer el uso que les gustaría de sus propias casas, se suma, además, la sensación permanente de inseguridad. Tanto es así que, ya el pasado verano, muchos de ellos renunciaron a irse de vacaciones por no dejar sus casas vacías. Y es que, desde que llegaran los nuevos ‘vecinos’, algunos inquilinos han sufrido robos en sus viviendas. “Conocen todos nuestros movimientos, saben cuándo entramos, cuándo salimos”.
Mira Maeso
Pero estos vecinos de la zona de la calle La Dalia no son los únicos de Ejido Norte que padecen esta situación. También en la calle Mira Maeso saben lo que es convivir con vecinos que han ocupado un edificio y que, una vez más, son conflictivos. En este caso, y según recuerda otra vecina que, igualmente, por miedo no se atreve a dar su nombre, en el mes de febrero pasado, llegó a un edificio cercano a su vivienda y también desocupado un joven que “se metió en un piso dando una patada en la puerta”. Posteriormente, según la vecina, ese mismo joven “se ha dedicado a meter más gente de okupas en el edificio” y, de hecho, a día de hoy, podría haber hasta siete familias viviendo en el lugar.
En su caso, los ruidos y la suciedad también son constantes. “En verano, tuvieron dos perros en el balcón que hacían todo ahí y cuando limpiaban el balcón echaban todo a la calle desde arriba”, comenta esta vecina, quien denuncia que ponen la música muy alta durante todo el día, tienen una actitud amenazante con todos los vecinos y, lo que es peor, originan enfrentamientos en el barrio, ya no con los residentes, sino con “gente que viene aquí y con la que tendrán sus negocios”. Una de esas ‘visitas de negocios’ acabó en una disputa en la que lanzaron piedras contra el balcón, que aún guarda las marcas de la batalla.
Como en el caso de los vecinos de la calle La Dalía, estos residentes también han llamado en reiteradas ocasiones a la Policía Local que, una vez más, les confirma que no puede hacer nada. Unos y otros afirman haberse dirigido en numerosas ocasiones al Ayuntamiento de El Ejido para relatarles su situación y pedir ayuda y, en ambos casos, lamentan haber encontrado la callada por respuesta.
Y mientras todo esto ocurre, afirman que los de su zona no son los únicos edificios ocupados en El Ejido, sino que la explosión de la burbuja inmobiliaria dejó otros muchos ‘cadáveres’ a su paso. Entre ellos, y por citar sólo un ejemplo, toda una promoción de pisos en Venta Carmona está ocupada.
Isabel Fernández