Víctor Carmona ha estado sometido a este tratamiento durante, prácticamente, “toda mi vida”; sin embargo, eso no le ha impedido estudiar o trabajar. Hoy es enfermero en activo.
Víctor Carmona lleva unido a la diálisis, prácticamente, toda su vida. Según recuerda, apenas contaba 8 años cuando empezó con su enfermedad y, con 13, “entré en diálisis”. Entonces no estuvo mucho tiempo, apenas un año, hasta que fue trasplantado. Pero por circunstancias de la vida, el trasplante no fue bien y tuvo que volver a unirse a la máquina hasta que, finalmente, en 2015, fue trasplantado de nuevo. Quizás porque ha pasado “20 años en diálisis”, Víctor llevó, y sigue llevando, su enfermedad con toda la naturalidad del mundo; sin embargo, eso no evita que, en ciertos momentos, reconozca que la suya no fue una infancia al uso. “Con 8 años me prohibieron, por ejemplo, tomar refrescos o comer ciertas cosas”, comenta y añade que “imagínese lo que fue no poder tomarse un refresco ni siquiera el día de mi comunión”.
En cualquier caso, y con todas esas prohibiciones, Víctor logró hacer una vida lo más normal posible. Y, de hecho, con normalidad habla de cómo empezó sus estudios de Magisterio cuando “ya estaba trasplantado por primera vez” y cómo, más tarde, rechazó el riñón y, ya en diálisis de nuevo, “empecé a estudiar Enfermería”. Para hacer todo esto y no venirse abajo, reconoce que “hay que ser muy fuerte psicológicamente” y, sobre todo, “tener mucha fuerza de voluntad”. A sobrellevar la enfermedad y su tratamiento ayuda, incluso, la propia sesión de diálisis. Durante las cuatro horas que dura el tratamiento, que se realiza tres días a la semana, como mínimo, Víctor y otros muchos pacientes compartieron muchas experiencias. Como él mismo afirma, “al principio, todos llegan muy recelosos, pero luego cada diálisis es como una sesión de grupo”. Y es que “la gente llega con ideas difíciles, la diálisis está muy estigmatizada, pero no es ni un martirio ni una penitencia”. Todo lo contrario, es una terapia que ayuda al paciente a mantener una vida lo más normal posible.
La diálisis
Dorita Martín, nefróloga y vicepresidenta de la Asociación Renal del Poniente Almeriense (ARPA), explica que la diálisis “es una terapia renal sustitutiva, es decir, que sustituye algunas funciones del riñón”, como por ejemplo la limpieza del organismo de las toxinas que no necesita. Para ello, existen dos técnicas, la hemodiálisis, la más extendida, y la diálisis peritoneal, menos común pero que cada vez cuenta con más pacientes. Este segundo tipo de diálisis, al igual que la hemodiálisis domiciliaria, “se hace en casa” y, en lugar de las venas del paciente y una membrana para hacer el tratamiento, “utilizamos la propia membrana peritoneal”. Ambos procesos hacen lo mismo, limpian la sangre y, además, durante su desarrollo, permiten a los profesionales sanitarios aportar al paciente lo que necesite como, por ejemplo, “vitamina D, que la fabrica el riñón”. Decantarse por uno u otro depende, sobre todo, del paciente y del “apoyo familiar ”, ya que, para someterse a la diállisis peritoneal necesita, primero, de un entrenamiento para aprender a hacerla y, además, la vivienda debe contar con unas condiciones adecuadas.
En el caso de Víctor, recuerda que, cuando comenzó la diálisis por segunda vez, “me sentó muy bien”. Una persona con enfermedad renal inicia la diálisis cuando el riñón funciona a menos del 10% y, en el caso de pacientes con diabetes -la primera causa para entrar en diálisis-, a menos del 15%. “Cuando tu riñón está al límite, te encuentras mal, sin ánimo y, en mi caso, entrar en diálisis me revitalizó, me encontré mucho mejor”. Pero Víctor es una persona prudente y, desde luego, no pretente pecar de euforia. La diálisis le hizo, y le hace a otros pacientes, mucho bien, sin embargo, justo al terminar, “sales un poco chafadillo, con desajustes en la tensión, ya que pierdes mucho líquido”. Pero, una vez superado este malestar general, todo vuelve a la normalidad y, en el caso de Víctor, a su trabajo como enfermero en el Hospital Torrecárdenas. A quienes paceden su enfermedad y estén a punto de entrar en diálisis, Víctor les es franco: “es una carrera de fondo” y requiere “constancia en los tratamientos”. Pero, aun así, son más los beneficios, muchos más.
El de Víctor es un ejemplo de cómo se puede vivir, en el mayor sentido de la palabra, en diálisis. Y eso que el suyo no es el caso más común. La mayoría de los pacientes de diálisis comienza el tratamiento a una edad mucho más avanzada que la suya; de hecho, según el Informe de Diálisis y Trasplante 2015 del Registro Español de Enfermos Renales, la incidencia es mayor a partir de los 65 años. Tanto es así que dos de cada tres casos se producen a partir de esa edad.
Entre las causas de la enfermedad renal, la nefróloga Dorita Martín apunta que “la primera es la diabetes que, en el caso de pacientes con enfermedad cardiovascular, es una diabetes severa, mientras que la segunda causa es la hipertensión”. Además, la insuficiencia renal da lugar a enfermedades cardiovasculares, por lo que, “tarde o temprano, todos los pacientes tendrán este tipo de problemas”.
Isabel Fernández