"Tenemos una asistencia sanitaria fantástica y no la valoramos lo suficiente"


D-CERCA entrevista personalmente a Jacoba Olvera Rodríguez, una mujer jubilada que nos cuenta detalles sobre su vida en El Ejido, cómo vivió los años de crecimiento del municipio y qué mejorías se han llevado a cabo. 


Pregunta.- ¿Dónde nació y se crió? Cuénteme su historia.
Respuesta.- Nací el 24 de septiembre de 1933 en un cortijo de Bayárcal, y llegué a Balanegra en el año 41, porque mi padre compró la finca justo el año anterior en esa zona. Recuerdo que fue terminar la guerra, y como no habían escuelas, ni había donde ir, lo que nos quedaba era trabajar. Éramos ocho hermanos, pero a día de hoy quedamos solo dos. Yo soy la menor de todos y otra que es tres años mayor que yo.
 
P.- ¿Cómo vivió aquella época?
R.- Nosotros en esos años no pasamos falta de nada, ya que trabajábamos en la tierra y ganábamos bien. Mi padre tenía cabras, ovejas, cerdos y gallinas.Teníamos todo eso porque la tierra que poseíamos producía mucha agua y sembraba estupendamente. Siempre hemos tenido alimentos cultivados por nosotros mismos. El aceite por ejemplo lo hacía mi padre. 
 
P.- ¿Luego se mudaron a otra zona o siguió viviendo en Balanegra?
R.- No, nos mudamos mis hermanos, mis padres y yo a El Ejido en 1950. Mi padre compró otra finca, pero en cuatro vientos, por los colegios de Tarambana. En aquel entonces llevábamos las dos fincas, la de Balanegra y esta. Así que comenzamos a hacer nuestras vidas en el pueblo.
 
P.-¿Qué es lo más duro que ha tenido que afrontar?
R.- La muerte de mi marido hace diez años. Le transplantaron el riñón por la insuficiencia renal que tenía. No obstante, la situación se le complicó, porque luego le  dio Neumonía y al final se fue. Pero gracias a dios, me dejó a lo mejor y más hermoso que tengo en mi vida: mis cuatro maravillosos hijos.
 
P.- Usted vivió de cerca la evolución de El Ejido, ¿cómo recuerda esos años?
R.- Yo lo vi y lo viví todo. Aquí no había de nada. No existían plazas, no había nada. Recuerdo que había un barecillo en la esquina que va hacia la calle Lobero para arriba. Ahí paraba el correo, que iba de Málaga a Almería. También había otro, que iba de Adra a Almería. Salía por la mañana y venía por la noche,era muy lento la verdad. Aquella época era totalmente diferente a la de ahora. Recuerdo que la gente iba y venía a Adra con  burriquillos y carrillos, compraban cebolletas y patatas, y se ponían en el callejón de Lobero para vender todo eso. 
 
P.- ¿Qué se logró en El Ejido en aquel entonces? 
R.- Se hizo una iglesia más grande, la de San Isidro. Recuerdo que habían dos alhóndigas en la zona de Ejido Norte, pero se destruyeron y se construyeron los colegios e institutos. También se impulsó el tema de jardinería, pues la carretera que va desde Balanegra hasta El Ejido estaba vacía, sin ningún árbol o planta, y yo ví como ponían pinos pequeños que a día de hoy ya son enormes. 
 
P.- ¿Algo destacable que recuerde de esos años?
R.- Sí, mi marido fue el primer agricultor de El Ejido en tener coche. Habían taxis, pero todos los trabajadores se desplazaban y hacían sus quehaceres en burro o carro. El coche fue un regalo de mi padre para mi marido y nos vino muy bien, nos podíamos desplazar más rápido y era mucho más cómodo.
 
P.-Actualmente, ¿a qué dedica su tiempo?
R.- Me encantan las plantas, tengo de todos lados, pues me gusta mucho viajar, es una de mis pasiones. He viajado mucho. He visto a la virgen de Lourdes dos veces en Francia. También he estado en Barcelona, Cointra, Ceuta, Andorra, Cantabria, Asturias, y Galicia. Ahora ya no viajo tanto, pero hace unos años, cuando mi marido vivía, ibamos con nuestros cuatro hijos por cuenta propia, y otras veces con el club de pensionistas, disfrutando con los amigos y de sitios diferentes siempre. 
 
P.-¿A qué le hubiera gustado dedicarse si las circunstancias hubieran sido otras?
R.- La costura o el canto flamenco. Siempre he visto los programas de cante, desde que lo presentaba Inma Soriano, luego Agustín Bravo, y el de Juan y Medio, sin duda. Tengo mucha capacidad para cantar y me emociona esa pasión.
 
P.-¿Cambiaría algo de El Ejido?
R.- No, porque yo lo he visto en ruinas y tan mal, que ahora lo veo tan lleno de espacios y es otro cantar. Antes no habían plazas, plantas ni fuentes, ni nada de nada. Me gusta como está ahora la verdad. Sí es cierto que aún le faltan algunas cosas, pero en comparación con la época de antes, el cambio es tremendo. Aquí no había agua y se hizo un pozo, yo por ejemplo tengo un algibe de aquella época. Creo que los alcaldes de esos años no se encontraron nada hecho, y gracias a ellos El Ejido es lo que es. Levantaron todo desde abajo y enriquecieron el pueblo. Sinceramente, a mí me da mucha alegría salir y ver las calles llenas de árboles. Te impresiona, sobre todo cuando has visto el pueblo sin calles asfaltadas, con caminos, sin coches, y sin señales.  
 
P.-Por último, ¿qué destacaría de su pueblo?
R.- Tenemos una asistencia sanitaria fantástica y no la valoramos lo suficiente. He estado de viaje en el norte de España, a lo mejor me ha hecho falta asistencia médica y para las siete de la tarde estaba todo cerrado. Padezco de tensión alta y El Ejido nunca he tenido problema para que me atiendan. Mucha gente se queja, pero tendrían que irse a ciudades como Madrid o Segovia y comprobar cómo es allí ponerse malo a deshoras y que no te puedan atender en ningún sitio.








Andrea Salvatierra