"Siempre me he desvivido por la atención al público, ha sido algo innato en mí"


José Villegas Palmero, un hombre jubilado y ex empresario de El Ejido, habla con D-CERCA sobre su vida y las experiencias que le llevaron a montar su propio negocio familiar.
Pregunta.- ¿A qué se ha dedicado la mayor parte de su vida?
Respuesta.- Me he dedicado desde los trece años a una de las carreras más grandes que hay, la hostelería, hasta conseguir mi propio negocio.
 
P.- ¿Cuándo nació? ¿Qué nos puede contar sobre su niñez y primeros años de adolescencia?
R.- Nací el 10 de enero de 1950 en El Ejido. Pertenezco a dos de las familias más largas del pueblo, Villegas y Palmero. Crecí en las calles principales ejidenses y experimenté de primera mano toda la evolución que tuvo hasta nuestros días. Fui al colegio 'Divina Infantita' y luego a la escuela de Don Francisco. Recuerdo que iba a clase, pero me gustaba poco. Prefería irme con mi padre y los animales que estar escuchando a la maestra.
 
P.- ¿Su idea es que su negocio pase de generación en generación?
R.- Sí, esa es la idea. Hace ya casi dos años que me jubilé y le he pasado el negocio a mis dos hijos y a mi hija, que han crecido con el oficio. Saben cómo llevar perfectamente todo, o sea que están más que preparados. Además quién mejor que ellos para encargarse de atender a los clientes y mantener la identidad de la cafetería 'Albeniz'.
 
P.- ¿Cómo fueron sus inicios en el mundo de la hostelería y qué recuerda de aquellos años?
R.- Comencé de camarero con apenas trece años en un bar de El Ejido. También estuve dos años de panadero en la panadería de mi tío, y luego trabajé en otra cafetería. Con 21 años me tocó realizar el servicio militar en San Fernando (Cádiz) y cuando me enteré de que íbamos a la Marina me puse malísimo, yo no sabía nadar, cómo iba a ir. Pero, dio la casualidad que estábamos en la catina y yo comencé a recoger vasos y platos, me vio el dueño y me preguntó si era de allí, si había trabajado antes en los bares. Como era de fuera, le interesé bastante para trabajar y allí me quedé los 18 meses del servicio militar en la Marina. Estuve junto a más compañeros, que me llamaban "El polvorilla", porque tenía muchos ardiles. 
 
P.- Hoy en día es difícil abrir y mantener un negocio, ¿cuál es el secreto para que su cafetería esté abierta en estos tiempos?
R.- No hay ningún secreto, la verdad. Para mantener este negocio sólo existe el esfuerzo, el compromiso, la confianza de toda la vida, la constancia y el buen trato a los clientes. Además, estamos ubicados en un sitio muy céntrico, lo cual hace que venga mucha más gente a disfrutar de nuestros servicios.
 
P.- En el terreno personal, ¿tiene proyectos aún por desarrollar?
R.- No, porque nunca he sido una persona de salir mucho o viajar por ahí. He trabajado bastante y mi vida ha sido conseguir esta cafetería. No obstante, ahora, en el terreno personal, tengo a mis nietos, cosa que antes no tenía, y he de decir, que me encanta pasar tiempo con ellos. 
 
P.- Tras sus experiencias vividas en todos los aspectos, ¿hay algo que le haya impulsado a crecer como persona?
R.- Siempre me he desvivido por la atención al público, ha sido algo innato en mí. Me ha gustado servir bien a la gente, con simpatía y eficiencia. Así que diría que eso es lo que me ha hecho llegar hasta aquí. Todo mi paso por la profesión de la hostelería es lo que me ha convertido en la persona que soy. 
 
P.- ¿Cómo se definiría a día de hoy?
R.- Me considero una persona trabajadora, generosa y buena. Siempre que me han pedido algo, si he podido, lo he dado. Me gusta ayudar a los demás, y no soy como otras personas que se alegran de que otros negocios cierren, sino todo lo contrario, me entristece que les haya ido mal. 




Andrea Salvatierra