Benito 'el matito' celebra sus 100 años

Benito 'el matito' celebra sus 100 años

El ejidense Benito Espinosa Olivares, más conocido como “el matito”, cumplió el pasado 17 de diciembre 100 años. Aunque ya recibió un homenaje hace una semana de parte del Ayuntamiento de El Ejido en la gala de El Mayor, ayer celebró su cumpleaños por todo lo alto junto a su familia en el club de la tercera edad de Balerma, localidad en la que reside desde hace 15 años, y recibió un reconocimiento de parte de la Junta Local.
Su carácter alegre, sus bromas y ganas de reír son las principales características que la gente que lo ha conocido recuerda de él. Benito nació hace 100 años en la zona ejidense de Fuentenueva en el seno de una familia humilde de cuatro hijos. Dedicó gran parte de su vida al pastoreo, yendo a Trevélez andando con las ovejas para el periodo estival. Con gran lucidez cuenta sus andaduras y está convencido que su buen estado de salud se debe a ese periodo en el que respiró el aire puro y el polen de las flores de la sierra.

Es historia viva del desarrollo del campo almeriense. Sus ojos y manos fueron testigos de la escasez de oficios de aquellos tiempos y las distintas etapas de la agricultura de nuestra tierra. Tras 20 años de pastor vendió las ovejas (destinadas a Alemania tras la II Guerra Mundial), se dedicó a la uva y posteriormente a la agricultura bajo plástico. “Perro parado no encuentra hueso”, dice repetidamente a sus 6 nietos para que no decaigan en la búsqueda de un mejor porvenir. Y cuenta cómo, con un pedacito de tierra, trabajaba a jornal en la Venta del Olivo de lunes a sábado y el domingo y festivos en su propiedad.

Sin embargo, el periodo que más marcó a Benito fue el de la Guerra Civil, seguido del servicio militar. En la segunda mitad de la guerra, teniendo tan solo 19 años, fue llamado a filas por el frente republicano, formando parte de la Quinta del Biberón. Sin embargo, Benito ni era franquista, ni era republicano. “Yo era pastor”, manifiesta riéndose. “Una guerra tonta”, afirma, “hermanos contra hermanos, primos contra primos…” Estando en la retaguardia en Almería, recuerda la construcción de los refugios de la ciudad y el diabólico sonido de la sirena que anunciaba los bombardeos. Cuando la provincia cayó en manos franquistas, fue enviado a un campo de concentración. Algo más de un mes, cree recordar, en un cerco donde le daban algo de comer y una única manta como protección del frío y la lluvia. Momentos difíciles de los que “mejor no acordarse”, asevera rotundamente. Y, posteriormente, coincidiendo con el principio de la dictadura, tuvo tres años de servicio militar, que le permitieron viajar por casi toda España y de los que guarda recuerdos más graciosos. Como la apuesta que hizo con su general de que se comería 20 plátanos en cuanto el barco en el que iban atracara a Tenerife. Y tras ganar la apuesta, Benito se llevó 20 duros (de gran valor en aquel entonces) y pasó día y medio sin comer.

Se casó en el 1958, a la edad de 38 años, con Margarita Hernández Bullón (nacida en el barranco de los lobos, en El Ejido). Vivieron en Ejido Norte, fundaron una familia con tres hijos y se dejaban ver en los pequeños comercios de la calle San Isidro donde realizaban su rutinaria visita al panadero, verdulero y vendedor de cupones de la once. En 2004 se mudaron a Balerma y Benito enviudó hace siete años, tras más de medio siglo de matrimonio. Desde entonces consagra sus jornadas a prepararse “la manchada” para desayunar, ver la televisión (a pesar de su sordera) y dar paseos para estirar las piernas, si el tiempo lo permite.

Para el día en que celebra su cumpleaños, “el trono gordo” como él dice, llevaba preparándose más de una semana.  Todo debía estar perfecto para que lo vean bien. Una ocasión en la que sus hijos, nietos, vecinos y otros familiares se han dado cita para celebrar este atípico cumpleaños. Incluso los representantes de la Junta Local de Balerma han hecho un pequeño homenaje en forma de placa, por ser uno de los vecinos más longevos del núcleo (que cuenta con una vecina de 101 años igualmente). Tarta, pirotecnia y baile, en el que el mismo protagonista se arrancó por pasodoble, pusieron la guinda en los festejos del aniversario. Pero tras compartir un tiempo con seres queridos, recibir tanto cariño por parte de vecinos, acordarse de los que ya no están y ver a todos sus hijos y nietos reunidos Benito no puede evitar mostrar su satisfacción y emoción cuando al final de la fiesta dice “hasta el año que viene, si Dios quiere”.


Lorenzo Rubio Espinosa