Coordinados
por la Asociación de Educación Ambiental El Árbol de las Piruletas y el Grupo
de Anillamiento Rhodopechys (SEO/BirdLife), un equipo de voluntarios,
ambientólogos, biólogos y educadores, llevaron a cabo una actividad de
concienciación para que los vecinos de El Ejido que cada día pasean por la
“Ruta del Colesterol” sepan que lo hacen junto a un ecosistema único en el
sureste ibérico que, probablemente, los primeros romanos ya conocieran aquí. Un
"bosque" relicto con una biodiversidad de las más relevantes de toda
la provincia. Uno de esos lugares de los que deberíamos presumir a nivel
mundial y no permitir que los escombros, la suciedad, la dejadez y el
desconocimiento lo vayan arrinconando, olvidando y degradando lentamente.
Para darlo a
conocer se pusieron tres mesas junto a la acera por donde hacen deporte los
ciudadanos de El Ejido.
En la
primera, los miembros de la SEO anillaban las aves que caían en las redes de
niebla que habían colocado a las ocho de la mañana. En total capturaron 23
individuos de ocho especies diferentes (curruca cabecinegra 8, curruca
capirotada 5, tarabilla común 1, mosquitero común 1, petirrojo europeo 5,
torcecuello euroasiático 1, ruiseñor pechiazul 1 y colirrojo tizón 1). Entre
ellos destacó el bello ruiseñor pechiazul pero, sobre todo, el excepcional
torcecuello euroasiático que los anilladores allí presentes, algunos con 20
años de experiencia, nunca habían tenido en sus manos. Además, los artales no
solo son el biotopo de avifauna. Un rastreo del medio natural en el suelo dio
la posibilidad de encontrar también reptiles en su entorno, como la salamanquesa
rosada, la salamanquesa común, e infinidad de insectos. Esa abundancia y
riqueza, vienen a reflejar el gran refugio de fauna que alberga este hábitat
ancestral, al que muchos solo conocen despectivamente como los pinchos y las
matas de El Ejido que constituyen "un grave problema" para la
instalación de los invernaderos, por estar protegido legalmente como de interés
comunitario por la Directiva Hábitats (UE).
En la
segunda mesa se colocó una representación de las plantas más representativas
del ecosistema, entre las que destacan el oroval, el azufaifo, la jarilla, el
tomillo salsero, la esparraguera blanca, los líquenes, el encarnaillo, el
cambrón, el espino negro, pero, sobre todo, el arto negro, un arbusto
mediterráneo de gran porte que, dado el microhábitat que conforma con su
sombra, entramado de ramas y espinos y humedad, acoge a un sin fin de flora y
fauna en su interior. A pesar de ello, en los últimos años se ha ido arrancando
indiscriminadamente, hasta dejarlo relegado actualmente a unos ya cada vez más
escasos y últimos rincones vírgenes entre el humanizado mar de plástico.
En la
tercera mesa había información menos atractiva para el gran público, pero que
por desgracia es lo único que cuenta en esta sociedad que hemos creado. En ella
hablábamos de la protección ambiental que tiene este espacio y que nadie
respeta; y de la descatalogación parcial de espacio protegido éste de los
artales, la cual ha dictaminado un juez a petición de los propietarios de los
terrenos. Aunque la misma está recurrida a Europa, nos ha hecho perder 75
hectáreas de las 266,5 que había protegidas. Así que de las 2.600 hectáreas que
ocupaba este ambiente por el que pasearon todas las civilizaciones que nos
antecedieron, solo 189 nos quedan protegidas, una ridiculez. Por lo menos, por
vergüenza, por respeto a las leyes ambientales y por responsabilidad para las
generaciones futuras deberíamos conservarlo.
Una difícil
lucha entre la economía y la naturaleza, en la que siempre gana la misma. Por
eso, con jornadas como ésta lo que se pretende es que los ejidenses de a pié
sepan lo que tiene a su alrededor, un gran patrimonio natural del que
enorgullecerse sin tener siempre que recurrir a los más alejados Punta Entinas,
Cabo de Gata y sierra Nevada para disfrutar de la naturaleza. Ellos deberían
ser los primeros en exigir su conservación a las Administraciones Públicas que
deben hacer cumplir las leyes y no mirar para otro lado. Cuando alcancemos esa
sinergia entre economía y naturaleza podremos decir que somos seres
inteligentes.
Por las
mesas se pararon unas 60 personas, una cifra ridícula para la población del
municipio, pero que para los organizadores fue una cifra muy satisfactoria.
Primero porque fueron varias las familias que se interesaron en la información
que se ofrecía: padres, madres, niños y niñas, muchas/os de ellas/os que son o
serán propietarias/os de invernaderos, los cuales descubrieron lo que tienen
aquí junto a sus hogares, y que confiamos que se comprometan juntos a
defenderlos. Segundo porque dos asociaciones del municipio, Asociación Athenna
y Asociación Ángel Aguilera Alférez, que trabajan por la defensa y divulgación
del patrimonio cultural y natural, visitaron las mesas con el objetivo de sumar
esfuerzos para exigir su conservación. Y tercero porque algunos profesores,
algunos participantes del programa Aldea en los centros educativos,
también se sumaron a estos esfuerzos. Y es que es clave y fundamental
transmitir a los alumnos la riqueza que tienen a su alrededor. Ojala nuestros
estudiantes cuando terminasen todo su proceso educativo, al menos, conociesen
lo que tienen en su pueblo.
Desde los
colectivos organizadores confían que no sea la última y que, poco a poco, El
Ejido y todo el Poniente Almeriense, empiece a valorar la riqueza ambiental que
posee, la cual, sumada al patrimonio arqueológico, cultural y etnográfico que
atesora, y a la puntera tecnología agrícola de la que vivimos y exportamos al
mundo, hacen de nuestro municipio un lugar único en el mundo. Si solo apostamos
por la economía, olvidando y destruyendo nuestro patrimonio, el día que el
dinero, volátil y variable, cambie de aires, nada nos quedará, salvo el amargo
recuerdo de lo que fuimos: ciudadanos sin origen.