Seguridad

Seguridad

La seguridad en el municipio de El Ejido se ha convertido en un tema de debate abierto entre los ciudadanos. Popularmente se han culpado a determinados inmigrantes de los robos y actos vandálicos y ahora son ellos las víctimas de esos asaltos a establecimientos y los perjudicados de los efectos del vandalismo.

Sin ir más lejos, la semana pasada en Santa María del Águila, una tienda frecuentada por súbditos chinos y tres establecimientos dirigidos por norteafricanos fueron violentados en un espacio de tiempo de 48 horas. La pira del Sanantón de este núcleo también fue objeto de los vándalos y un pirómano fue detenido tras encontrarlo dentro de un contenedor haciendo su trabajo. Así mismo, el nuevo parque de Santa María del Águila tiene la mayor parte del mobiliario urbano destrozado antes incluso de haberse acabado.

Es cierto que no hay asesinatos ni tiroteos por las calles, pero la percepción de la ciudadanía con tanto asalto y tantos actos vandálicos es que realmente falta seguridad.


El debate es más intenso si tenemos en cuenta que el municipio ejidense es uno de los pocos de la provincia que cuenta con Guardia Civil, Policía Nacional y Policía Local. La ciudadanía considera que algo se está haciendo mal. Unos comentan que es la falta de castigo por parte de la Justicia, otros que las denuncias solo valen para incrementar estadísticas en determinados casos y otros argumentan que es preciso un análisis más intenso de la sociedad de todo el Poniente para conocer qué se necesita para que los delincuentes no tengan esa sensación de impunidad que les empuja a delinquir y en ocasiones simplemente a realizar actos vandálicos, muy a pesar de no obtener beneficio alguno con ello.

No hace mucho tiempo, las oleadas de robos se centraban en las zonas de los invernaderos. El laberinto del plástico es un escenario ideal para cometer estos asaltos en el silencio y en la soledad de la noche. Ahora parece que los cacos se han trasladado a las zonas urbanas donde el botín parece más suculento y directo. La sensación de la ciudadanía contrasta bastante con los datos estadísticos que seguro son ciertos, no obstante, la impresión de ver una puerta reventada o un escaparate hecho añicos sigue provocando una fuerte reacción entre los ciudadanos. El instinto de protección se dispara de forma espontánea y los comentarios, especialmente en las redes sociales, alimentan un ambiente negativo y propenso a no creer en la seguridad que tenemos, por mucho que las estadísticas se empeñen en darnos una tranquilidad que está muy lejos de ser entendida y asimilada.



José Antonio Gutiérrez, director de D-CERCA