La frecuencia de llegada es espectacular. No hay semana que este semanario no dé información de la llegada de nuevos inmigrantes a las costas del Poniente almeriense. Cientos de vecinos ven con absoluta tranquilidad cómo llega el traficante de inmigrantes con una embarcación con poderosos motores y desembarca a varias decenas de personas en la misma playa. Se graba un vídeo y se difunde por redes sociales. Los únicos que parecen no enterarse son los que tienen que evitar que esto ocurra y los que tienen que interceptar a estas personas por su entrada irregular a suelo español. Pocas veces coinciden unos y otros, llega antes el del teléfono que graba la escena que siempre es la misma. Treinta o cuarenta personas corriendo tierra adentro y una embarcación con poderosos motores fuera-borda, con un delincuente a los mandos alejándose mar adentro sin que nadie se interponga en su camino.
No sabemos si esto es parte de un acuerdo entre Europa y África. Desconocemos si todo se debe al despiste y la falta de eficacia de las autoridades españolas. Ignoramos si se trata de una solución humanitaria para evitar que se ahoguen en el Mediterráneo o si se trata de una campaña para que no falten trabajadores en el campo almeriense.
Los testigos de estos desembarcos estamos esperando que el Gobierno de España ponga en marcha alguna medida para no seguir viendo estas escenas, pero todo parece indicar que Sánchez y los suyos están bastante de acuerdo con que esto se produzca, ya que de lo contrario, estaría admitiendo una falta de capacidad manifiesta de su ejecutivo para controlar esta invasión descontrolada que estamos padeciendo.
No me voy a perder en explicaciones acerca de si tienen que venir lo hagan regularizados y todas esas historias que venimos argumentando desde hace treinta años, pero sí es necesario poner orden en todo lo que está sucediendo porque a los ojos de todos hay traficantes de personas que hacen negocio y ponen en riesgo la vida de ciudadanos desesperados.
Lo que resulta más indignante es que parecemos más culpables de la situación de estas personas los que los recibimos, que las propias autoridades de los países de origen. Nadie se atreve a llamarle la atención a un dirigente de un país cuyos ciudadanos mueren a miles en el Estrecho intentando huir de la miseria y, en cambio, mantenemos reuniones de alto nivel en la UE a ver qué solución se da a los amontonados de Lampedusa en Italia o de El Hierro en Las Canarias.
El desorden actual es tal que convivimos a las puertas del desastre humano y nos parece algo cotidiano a lo que nos estamos acostumbrando poco a poco como si eso fuera normal.
Seguiremos grabando desembarcos de ‘taxi-pateras’ mientras las autoridades las siguen ignorando. No es ninguna gracia tener a miles de ciudadanos indocumentados entre nosotros como si no pasara nada.
José Antonio Gutiérrez