Hay quienes
asimilan las cosas que aparecen en Internet con las noticias de medios de
comunicación debidamente constituidos y con el respaldo de empresas que se
responsabilizan de cuantas cosas publican como noticias veraces.
Lo peor no es
que estas mentiras se difunden fácilmente; lo más negativo es la cantidad de
gente que termina creyéndoselas. Esta situación de falsedad crea un clima de
debate falso en la sociedad que termina con la frustración de quienes han
estado creyendo verdaderas tonterías durante tiempo y solo un fracaso le hace
ver tal circunstancia.
No es
fácilmente entendible que en el mundo actual, que hay un alta saturación de
información gracias a Internet, no seamos más selectivos con todo aquello que
nos llega. Hay muchas personas que te exponen determinados temas por el simple
hecho de haberlos leído en redes sociales o porque los dice alguien que asegura
ser un comunicador sin acreditar su condición de ninguna forma. Por otra parte,
están los “aventureros” de ser periodistas de la realidad que les rodea sin
contrastar absolutamente nada de lo que perciben como noticia. Luego nos
encontramos con muertos que siguen vivos, accidentes figurados, empresas que
quiebran y siguen abiertas y políticos dimitidos o cesados que continúan por
muchos años en sus puestos.
Es posible que
nos guste más una mentira si es más llamativa que la propia verdad, pero esa
falta de honestidad con nosotros mismos nos perjudica, nos desubica y nos
descoloca en un entorno cada vez más agresivo y cargado de información que
tenemos que filtrar si realmente queremos vivir la vida con intensidad y con
las emociones más apropiadas a nuestro estilo y forma de ser.
Hay un dato
significativo que nos hace diferentes a los que vivimos en comunidades pequeñas
como son los pueblos. En las grandes ciudades lo rumores a pie de calle o
propios de los bares no tienen consistencia. Es posible que quien otorgue
credibilidad a determinados rumores, sea la propia persona que los emite, no
obstante, en las grandes ciudades es más complejo tener un conocimiento
estrecho de quienes son nuestros vecinos. Así las cosas, dicho esto, en las
grandes urbes el efecto de redes sociales y la información de Internet en
general provoca el mismo efecto, no hay diferencia con las pequeñas comunidades
locales.
Llegados a este
punto, creo bajo mi punto de vista que para ser un poco más libres y dar un
sentido más lógico a cuanto nos acontece en el día a día, deberíamos ser un
poco más selectivos con las informaciones que nos llegan a pie de calle y por
ese aluvión de información que supone Internet. Dar credibilidad a cualquier
cosa puede que nos arruine el día y nos genere una infelicidad que realmente no
la necesitamos y no la merecemos.
Por otra parte,
a aquellos que se dedican a difundir tanta noticia falsa, aunque ahora sale
gratis en su conciencia lo llevan porque se trata de un comportamiento que los
demás terminarán juzgando. La mentira, tarde o temprano, termina
desvaneciéndose y queda al descubierto para desdicha de quienes la usaron.
Con todo esto, cuidado con el ‘rum-rum’ de la calle y ‘los
fantásticos’ de redes sociales e Internet, solo nos confunden.
José Antonio Gutiérrez