Desde que los representantes de la ciudadanía salidos de las urnas
decidieron que el noble gesto de dimitir no iba con ellos, mienten todo lo que
haga falta para conseguir votos, desacreditar al contrario, incluso echarle la
ciudadanía encima al rival. Verdaderamente lamentable.
Pero lo peor de todo no es el atrevimiento de mentir desde un cargo
público y tratar de ingenuos a los ciudadanos, es peor aún echarle la culpa a
la prensa de la difusión de la noticia. Es evidente que el que tiene intención
de falsear la realidad puede conseguirlo si se lo propone, a la vez que puede
conseguir la difusión de esa mentira porque se ampara en la cobertura que le da
el haber conseguido ese cargo público.
Es cierto que los medios deben velar por publicar siempre la verdad,
pero estamos hartos de ver como el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)
de Jose Félix Tezanos, miente, equivoca y transforma una realidad en falsa por
defender los intereses de la coalición de Gobierno, ¿Acaso no se ha comprobado
una y otra vez las mentiras sobre la intención de voto de los españoles? Aun
así los medios de comunicación trasladan religiosamente los análisis del CIS a
la ciudadanía sin cuestionar nada una y otra vez, aunque sean datos falsos.
Todos hemos visto como el presidente del Gobierno, la más alta
personalidad política de España, ha dicho en medios públicos y privados que “no
iba a ver amnistía” en el proceso catalán. El mismo presidente dijo que no iba
a pactar con Podemos y lo hizo y así un largo etc. de mentiras difundidas por
los medios sin que los periodistas intervinieran para que prevaleciera la
verdad.
Cuando un político se acerca a un micrófono de radio o televisión puede
decir lo que le venga en gana, todos suponemos que debe decir la verdad, pero
si no es así el periodista no puede hacer nada por evitarlo.
Por otra parte, un partido político que tiene representación municipal
está suficientemente acreditado para emitir comunicados con su sello y la firma
de su representante. Esos comunicados no son puestos en duda por la prensa, se
suponen veraces, otra cosa es que como parte de la estrategia política los usen
para mentir y desacreditar al rival. No obstante, quienes tienen que resolver
las dudas sobre la veracidad son aquellos a los que va dirigidos los efectos de
tal mentira y en ese caso los medios sí tienen la responsabilidad de aclarar el
asunto para que prevalezca la verdad.
Es muy complicado convertir a los medios en garante de la información
verídica cuando hay integrantes de la clase política que se quieren esconder
detrás de la mentira para conseguir rédito electoral y lo que es peor aún,
tratar de culpar a los medios de que la estrategia del mentiroso surta efecto.
Sigo pensando que la mentira del político tendría que ser castigada con
el cese o la dimisión para que cuando llegue a una redacción una nota de prensa
de una formación política que se ha ganado en las urnas su representación
ciudadana, tenga las garantías suficientes de no ser una estrategia de engaño a
los ciudadanos. De esta forma los políticos mentirían menos y la prensa,
lógicamente, también.