Estamos viendo y leyendo estos días que los nuevos miembros
del Consejo General del Poder Judicial, no elegidos por los jueces, no se ponen
de acuerdo para elegir y nombrar a su Presidente que, a su vez, será el
Presidente del Tribunal Supremo, después de tres reuniones. Ahora vacaciones y
después seguirán, no hay prisa.
Aquí no se trata, como se deduce, de elegir al de mejor
currículum, al de más prestigio, al más antiguo/a, al más moderno/a, al de
mejor verborrea, al que ha pasado por más juzgados de pueblos, al que ha
participado o colaborado en más reformas legislativas.…
No, se trata de votar
por el que tiene su misma ideología política que, curiosa coincidencia, es la
ideología del que lo ha puesto ahí.
También hemos visto y leído que se han aprobado leyes y
decretos muy importantes para nuestro país, pero después de asegurarse que al
Tribunal Constitucional hayan llegado determinados jueces. Bueno, jueces de
carrera judicial no son todos sus componentes. Por supuesto que llegaron designados,
no elegidos igualmente, sin tener el mejor currículum, sin ser de los de más
prestigio, etc, etc. Y encima dictan sentencias corrigiendo al Tribunal
Supremo. Antes, en España y en la mayor parte de los países, sus tribunales
supremos de Justicia son la institución que dicta doctrina. Aquí ya no en
determinadas circunstancias.
Y voy al motivo principal de esta reflexión: la Justicia con
mayúsculas, que es la justa, se ha convertido en la justicia, con minúscula, de
ideología. Ahora ya no se podrá decir “que haya Justicia” porque, para mí, no
existe ya esa Justicia única y basada en la Ley: justa. Quizás para un
ciudadano de a pie le siga siendo difícil una Casación (es muy difícil que se
admita a trámite además de reunir unas condiciones muy específicas para
interponerla), o esperar años en muchos juzgados para, simplemente, que le
incoen una demanda en reclamación de cantidad justificada, obtener la posesión
de un inmueble, ejecutar una sentencia o cualquier otro derecho, pero, para
aplicar la justicia de ideología, bastan unos días.
No hablo del Ministerio Fiscal porque lo he tratado poco en
mi profesión, pero, convertido y transformado en ciudadano normal, me reservo
mi triste pero irritable opinión.
Y es que todo esto se va al traste cuando se interpreta o se
aplican criterios por cuestiones ideológicas. Es cuando me pregunto, ¿hay una
sola Justicia o hay varias?
Y, claro, me ponen en duda lo que me enseñaron sobre la
división de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
De los dos primeros todo sigue igual que siempre, pero del
tercero, ahora tenemos el poder judicial, o jueces, progresistas, el poder
judicial, o jueces, conservadores, el poder judicial, o jueces, que no se
alinea con nadie, y el poder del Consejo General del Poder Judicial que espera
instrucciones.
¡Qué pena!
José Gabriel García Lirola
Procurador. Decano honorario del Colegio de Procuradores de Granada. Concejal de R.R.I.I. del Ayuntamiento de Dalías