A la
pregunta “¿De quién es?” me contestaron que pertenecía a un agricultor que
descargaba la basura de su invernadero en solares de otros hasta que unas
cámaras de seguridad lo captaron y tuvo que limpiar los desechos que había
amontonado en el recodo de un camino con tal gracia que incluso, a parte de
contaminar, también impedía el tránsito por semejante vía.
Lo
sucedido después fue aún más dramático que el vertido de la basura, puesto que
la grabación fue puesta a disposición de las autoridades municipales y la
recomendación del concejal de turno no pudo ser más desafortunada, por no decir
otra cosa. Le recomendaron al agricultor afectado que borrara las imágenes “por
su bien”. Meses después, el mencionado edil tuvo que abandonar el equipo de
gobierno por otras actuaciones similares que le dejaban en entredicho y no le
permitieron más fechorías.
Los
que conocen esta historia dicen que “el chalet se lo ha comprado con el dinero
que se ha ahorrado de pagar el reciclado de la basura que genera con su
explotación”.
Este
tipo de cosas no deben suceder y menos aún quedar impunes como si nada hubiera
pasado. Es evidente que el autor de semejante obra tiene recursos suficientes
para pagar la multa correspondiente por perjudicar el medio ambiente, a la
agricultura de Almería, dañar la imagen de un negocio del que viven tantas
personas y dar pie a que vengan televisiones de otros lugares de Europa a
demostrar la contaminación que tiene el campo almeriense por el uso
indiscriminado de elementos que esparcidos en la naturaleza pueden resultar
contaminantes.
Hubiera
sido mucho mejor que mis amigos me hubieran contado la sanción que tenía que
haber pagado este individuo y no mostrarme su chalet como si realmente se lo
hubiera ganado.
Acciones
de esta naturaleza nos hacen daño a todos. Es cierto que tenemos algunos “salvajes”
entre nosotros que se creen capaces de cualquier cosa en la impunidad de la
noche, pero es evidente que una vez que las cámaras lo captaron, esta historia
le acompañará a todos los sitios donde vaya y saldrá cuando menos se lo espere.
El ‘rum, rum’ sigue sonando mientras el basurero cree que disfruta de un
hermoso chalet que llama la atención.
No
estaría mal que estos desaprensivos se encontraran con la horma de su zapato y a
alguno de ellos le cayera una multa sobradamente considerable y que todo el
pueblo se enterase para que, cuanto menos, le diera vergüenza salir a la calle
y no lucir los euros ahorrados en un gesto tan deplorable como tirar la basura
de su invernadero en el recodo de un camino perjudicando a los vecinos, a los
que pasan por esa vía y al campo entero que tiene que soportar una imagen cruel
por ‘cerdos’ de esta calaña.
José Antonio Gutiérrez