De
esta manera, se abre una enorme gran superficie comercial en la pantalla de
nuestro ordenador o de nuestro teléfono para comprar cualquier cosa que se nos
pase por la cabeza.
Uno de
los compromisos que ha hecho muy bien el comercio electrónico ha sido
certificar la entrega de los productos y responder cuando el producto que se ha
enviado no es de la satisfacción máxima del cliente. De esta forma, se ha
conseguido una fidelidad asegurada que no está bajo sospecha de todos aquellos
que quieren adquirir sus productos a través del comercio electrónico.
Hasta
hace poco tiempo le echábamos la culpa de los inconvenientes que estaba
teniendo el comercio local para subsistir a la implantación de las grandes
superficies comerciales.
Efectivamente,
estos grandes comercios han tenido mucho que ver en la caída de algunos
establecimientos que ya no están en las calles de los municipios y de las
ciudades, no obstante, la llegada de la venta por Internet ha dejado todavía
más maltrechos a los comercios tradicionales y también está afectando a la
grandes superficies comerciales. Son muy pocos los productos que no se ven
afectados por las compras por Internet. Posiblemente aquellos que se compran en
fresco tengan más posibilidades de seguir vendiéndose a pie de calle, no
obstante, todo está cambiando e incluso el marisco y el pescado fresco ya se
puede comprar por Internet con grandes garantías de que llegue a casa en muy
buenas condiciones.
A
pesar de todo esto y de las ventajas que supone la compra cibernética también
hay unas consecuencias totalmente negativas en ello, la desaparición de las
tiendas de siempre. La muerte del comercio tradicional está generando otros
inconvenientes que no habíamos previsto. El primero de ellos es el cierre de
locales que están dejando las calles que estaban vivas de gente y con mucha
actividad, prácticamente muertas. Esas calles comerciales que había en las
ciudades y en los grandes pueblos están desapareciendo y se están convirtiendo
en calles “sonámbulas” muy solas en las que ni siquiera transita la gente con
ganas de pasear, los escaparates perdieron su encanto y son simples vidrieras
sin ningún tipo de atractivo.
Estos
locales cerrados empobrecen a sus propietarios y hacen caer mucho el precio de
estas primeras plantas situadas a ras de suelo. Establecimientos que tanto
dinero dieron en otro momento a sus propietarios ahora no son nada. Todo esto
empobrece el entorno y el entorno adolece de no tener una actividad que en otra
época fue extraordinaria.
Es un
problema difícil de solucionar. ¿Qué hacemos con los locales cerrados? ¿Qué
hacemos con las calles desiertas? ¿Qué hacemos con los núcleos apagados y sin
vida en la calle?
Nadie
aporta soluciones y no es un problema local, es un problema de todos los
lugares de este país que se están quedando sin encanto.
José Antonio Gutiérrez