La camarera que solo miraba al suelo

La camarera que solo miraba al suelo

El pasado lunes viví una experiencia en un establecimiento de El Ejido que me gustaría comentar en esta página


Entré a una cafetería y pedí un desayuno como cualquiera de los que ustedes consumen a diario.  Me atendieron rápidamente y a partir de ahí empezaron los problemas.  El café me lo trajeron con azúcar y yo necesitaba un edulcorante diferente, puse mi mirada en la camarera para pedirle el cambio y no conseguí en ningún momento cruzar gesto alguno con ella para hacerle entender que necesitaba cambiar el azúcar.  Estuve observándola durante varios minutos y en ningún momento levantó la cabeza, iba con la mirada agachada de un sitio a otro y la levantaba exclusivamente cuando llegaba un cliente nuevo que le atendía inmediatamente y, a partir de ahí, no cruzaba la mirada con dicho cliente en ningún momento más.  Finalmente, tuve que tomarme el café con azúcar porque entre otras cosas se enfriaba.

Minutos después se me ocurrió intentar pedirle un vaso de agua para concluir el desayuno. En ese momento decidí llamar la atención de otra manera porque sabía que no iba a levantar la cabeza y que su mirada al suelo iba a permanecer durante el tiempo que yo estuviese desayunando.  Intenté hacer algún gesto moviendo los brazos a ver si podía conseguir llamarle la atención e incluso llegué a cambiar el tono de voz con la intención de que se percatara de que yo quería algo.  Cuando llevo como diez minutos haciendo el primate en la barra se me ocurre la feliz idea de pagar mi desayuno y marcharme; ya bebería agua en otro sitio.  Viendo que era imposible contactar con la camarera porque seguía en su empeño de seguir mirando al suelo y no cruzar la mirada, no solamente conmigo sino con ningún cliente para que no la molestaran, se me ocurrió acercarme a ella y decirle “oye te importa cobrarme que me tengo que ir,  que no hay forma de contactar contigo”.  La respuesta fue espectacular, me dijo que “tenía que tener un poquito más de empatía”. No quise continuar con aquella discusión porque solamente podía llevarme a algo peor,  pero evidentemente lo que sí consiguió la camarera es que yo no vuelva más a esa cafetería, ni a desayunar, ni a nada.

¿Qué quiero transmitir con esta anécdota?  Pues me gustaría que el mensaje fuese claro en el sentido de que es cierto que el comercio local lo está pasando muy mal,  pero no es menos cierto que algunos de los responsables de estos comercios adolecen de la profesionalidad mínima que hay que tener para que sigan funcionando y no estén sumidos en una permanente queja.  La profesionalidad se premia en todos los órdenes de la vida en todas las funciones que se realizan y en todos los trabajos que se hacen. La falta de profesionalidad es duramente castigada por los usuarios y los clientes de estos establecimientos, simplemente porque dejan de frecuentarlos.

La puesta en marcha de un establecimiento comercial es una tarea difícil de realizar y quien no lo considera así está abocado al fracaso.

Es por ello que algunas veces nos encontramos en el sitio más inesperado la mejor tienda o el mejor restaurante. Muy posiblemente su responsable sea una persona cargada de responsabilidad y un hábil comerciante. También nos encontramos en sitios céntricos de importantes núcleos de población establecimientos cerrados cuyos responsables han fracaso estrepitosamente por una notable falta de profesionalidad que rara vez reconocen.



D-CERCA