La madre de Adil denuncia que su hijo fue captado por el narco en Balerma para hacer de petaquero

La madre de Adil denuncia que su hijo fue captado por el narco en Balerma para hacer de petaquero

"Hoy ha sido mi hijo, pero mañana será otro, y otro, y otro..."

Samira no suelta las fotos que ha impreso de su hijo, “mi Adil”, como ella lo llama, “míralo, qué guapo, sonriendo”, dice mientras lo señala, aguantando como puede sus sentimientos.        

Samira Benaissa es la madre de Adil Lamsiyah, el balermero de 20 años que desapareció en alta mar el pasado 25 de febrero junto a otros dos jóvenes, Khaled Khayati, también de Balerma y de 32 años, y Soufian Kharbouch, de 22, procedente de Nador.      

Adil y Khalel partieron desde el núcleo ejidense de Balerma el pasado 25 de febrero, “me dijo ‘luego vuelvo, te quiero mucho mamá, te llevo en el corazón’", cuenta la señora Benaissa para D-CERCA. Esa fue la última vez que lo vio.      

Iban rumbo a Marruecos para reunirse con otros tres compañeros, cambiaron de embarcación y cargaron la nueva con provisiones, comida en lata y gasolina. Desde Nador marcharon a Cabo de Gata, allí les esperaban las lanchas del narcotráfico para recargar suministros. Estaban preparándose, como aseguran a D-CERCA fuentes externas a la investigación, para dar un porte como petaqueros.    

Petaqueros es como se conoce a las personas que suministran de recursos, principalmente con combustible y alimentos, a los traficantes de droga y seres humanos que esperan con sus narcopateras en alta mar.      

Tras cumplir en Cabo de Gata, los cinco ocupantes de la lancha salieron con destino a Balerma, pero durante su trayecto naufragaron, puede que por un golpe de mar, ya que ese día soplaba un fuerte viento de Poniente. La Phantom gris de 12 metros de eslora fue encontrada por Salvamento Marítimo el 27 de febrero, volcada y a la deriva, a unos 30 kilómetros de distancia de Cabo de Gato.      

Los dos ocupantes de la embarcación anónimos, supuestamente el navegante y su ayudante, fueron rescatados al día siguiente en helicóptero, flotando junto a un buque. La Guardia Civil los tuvo bajo custodia durante 48 horas.      

“Le mandé un mensaje, no me respondió, pero no quise llamarlo”, recuerda Samira, “él siempre me dice ‘tengo 20 años, no me tienes que llamar cada momento”, por lo que decidió respetar sus deseos, “era el Día de Andalucía, pensé que estaba con su novia”.      

El viernes le llegaron los primeros rumores, "me dijeron que llevaba tres días desaparecido en el mar". Aquellos comentarios pusieron en alerta a Samira. "Lo llamé, apagado o fuera de cobertura".      


Esperanza y preocupación      

Samira Benaissa llegó a España desde Marruecos muy joven, con su familia, "a trabajar en la tierra, que siempre me ha gustado mucho", cuenta. Ya aquí conoció a su marido, y, como muchos recién casados, empezaron su nueva vida en un piso de alquiler. "Tuve a mi primer hijo en 2002, y Adil nació un año después". Y, tras años de trabajo, pudieron comprar su propia vivienda.        

Ahora, no deja de mirar las fotos de su hijo. "Yo tengo esperanza de que va a volver" asegura. También se pregunta por Khaled Khayati, "su familia está en Marruecos, ¿cómo estará su madre? No tienen a nadie aquí, no pueden venir, ni preguntar".

Esta madre pide a las autoridades no solo que busquen a estos jóvenes, sino que, además, investiguen las causas detrás de su desaparición, "no pueden parar hasta limpiar esta zona, que podamos criar a nuestros jóvenes y que quieran trabajar. 

Desde la Comandancia de la Guardia Civil trasladan que están haciendo hincapié en la búsqueda de los jóvenes incluso enviando alertas a todas las embarcaciones de la zona, aunque las condiciones climáticas están poniendo serias dificultades a los agentes. También dirigen su atención en obtener la máxima información posible del entorno de los desaparecidos, algo de vital importancia para identificar la actividad que llevaban a cabo.  


Lavado de cerebro      

Samira denuncia que su hijo fue captado por una banda local dedicada al petaqueo. “Le lavaron el cerebro con eso”, señala, “te dicen ‘no te preocupes, solo llevas gasolina, no es nada, y cuando vuelves, dinero rápido’”, pero nadie los advierte de los peligros que corren en ese viaje por el Mar de Alborán.      

Adil cayó en esta red cuando se le acabó el contrato en el almacén en el que trabajaba con su padre, a principios del pasado febrero. “De niño era travieso, pero lo ayudamos con sus estudios” relata su madre. De esta forma, el joven se graduó en la ESO e hizo un módulo de electricidad, “siempre lo hemos animado a que estudie”, también se formó para ser socorrista. Y antes del almacén, ya había trabajado cogiendo sandías, de camarero en el Club de la Tercera Edad de Balerma y en el puerto de Almerimar.      

Samira también resalta la crueldad de este peligroso mundo. "Buscan víctimas", sentencia, "alguien seguía el GPS de esa lancha, y cuando la perdieron, no hicieron nada, no llamaron ni a Salvamento Marítimo para intentar salvarlos", reclama, "¿por qué no lo hizo? ¿No tiene corazón?".        

"Yo conozco a chicos de su edad, llevan ropa de marca, móviles caros, buena vida, en los bares… Y no trabajan, ¿de dónde sacan eso?", apunta. Y a estos jóvenes, les recuerda que "la vida no es larga, la vida es muy corta, hoy puedes ir de guapo y cobrar bien, pero que miren a esta madre, y si a mi Adil le ha pasado esto hoy, mañana le pasará a otro, a otro, y a otro…".


Francisco Lirola