Viendo
el programa, puedo entender que esta edición sea más austera. Más sobria, más
almeriense, más en zapatillas de estar por casa. Sin presupuestos para
estrellas rutilantes, sin chequera para nombres de relumbrón. Loquillo, Máximo
Huerta, Alice Kellen y poco más si la comparamos con otros años. Se entiende.
Lo que ya no entiendo, al menos sin malpensar, es que Editorial Círculo Rojo haya
quedado fuera de la selección hecha por los organizadores. Sí, esa editorial
que lleva publicadas más de 40.000 obras en diecisiete años —dígalo en voz alta
y verá cómo pesa—, que tiene su cuartel general en Almería, y que este mismo
2025 ha sido invitada oficialmente a la London Book Fair. Exacto, la de
Londres. Allí sí que nos invitan. En casa, no. Aquí estorbamos.
Y no
porque seamos los nuevos del barrio. Llevamos participando en esa feria desde
2014, publicando libros desde 2008 y con más de 33000 escritores en nuestra
mochila. Desde que la Feria del Libro de Almería volvió, hemos estado aportando
autores, llenando casetas, firmando libros, dando vida a los hoteles, moviendo
la hostelería. Este año, teníamos 290 autores listos para venir. Gente con libros
debajo del brazo, con lectores esperándoles y con ganas de disfrutar (consumir
y gastar) en Almería. Pero no: el comité de turno —léase Área de
Cultura, Tradiciones y Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Almería y
el Gremio de Librerías de Almería— decidió dejarnos en la cuneta.
¿La
excusa? Que este año, como las casetas eran gratis, se desbordaron las
solicitudes. Vaya sorpresa, ¿eh? Para gestionarlo, se sacaron de la chistera
una documentación extra. Nada imposible, nada nuevo, solo los requisitos de siempre.
Los que venían en las bases iniciales pero que no había que presentar, bastaba
con cumplir. ¿El problema? Que ese aviso, en lugar de comunicarlo con la lógica
de los tiempos modernos (correo electrónico, teléfono, paloma mensajera,
señales de humo), lo colgaron cinco días en el tablón de anuncios del
Ayuntamiento. Cinco días. Ni uno más. Y claro, los de siempre lo vieron. Y
otros, como nosotros, no. ¿Casualidad? Ya. A unos sí se les avisó (lo podemos
demostrar). A otros, que les den.
Y que
no nos vengan ahora con lo de que "no estuvimos atentos". Lo que no
estuvimos fue en la libreta de teléfonos de los organizadores.
¿Nos
habría costado mucho presentar esos requisitos adicionales? Nada. Los cumplimos
con creces. Si nos abrieran el plazo ahora mismo, los entregamos tal cual. Pero
claro, para eso hay que estar en la lista de los elegidos. En el club de los
que caen bien.
Intentamos
negociar: ofrecimos pagar la caseta. Rechazado. Propusimos montar una carpa
aparte. Denegado. Pedimos una invitación formal, como tantas ferias hacen con
editoriales con historial. En Londres nos abren las puertas; en Almería, nos
las cierran en la cara. ¿Respuesta? Silencio. Portazo. En esta Rambla no caben
más casetas, nos dicen. Especialmente si son de aquí. Sobran las palabras.
Y
entonces uno se pregunta —y le molesta al comité que lo hagamos—: ¿qué les
escuece tanto? ¿La autoedición? ¿El volumen de publicaciones? ¿La
independencia? ¿O tal vez que pongamos a Almería en el mapa europeo sin
pedirles permiso?
Miras
el programa y todo cuadra. Más editoriales de fuera que de aquí. Librerías
recién llegadas con dos y hasta tres casetas. Las de siempre, las locales,
fuera. Nosotros incluidos. Y eso que este año la feria venía "más
almeriense que nunca". Claro. Quitando a los que somos de aquí.
Presentamos
un recurso. No porque esperemos nada. Si contestan, será cuando ya estén
desmontando las casetas. Pero al menos quedará por escrito: nos han dejado
fuera con toda la intención. Pedimos amparo al concejal. Nos derivó a los
organizadores, como si estos fueran otros y no tuvieran nada que ver con ellos.
La alcaldesa —a quien agradecemos el intento— movió ficha. Pero ni a ella la
escucharon. El comité manda. El comité decide. El comité excluye.
Una feria paralela. Con dignidad.
¿Qué hacemos
ahora? ¿Nos encogemos? ¿Pedimos perdón por existir? ¿Aplaudimos con las orejas
mientras nos explican que hay "demasiadas solicitudes"? No, señores.
No es nuestro estilo.
Si nos
dejan fuera de su feria, nos montamos la nuestra. Con dos carpas bien plantadas
en la Rambla —gracias al restaurante Gamberro Napolitano, que sí tiene lo que
hay que tener— organizamos un programa para nuestros escritores, esos a quienes
han querido dejar fuera a pesar de tener vuelos y hoteles sacados (algunos
vienen desde Estados Unidos y México).
Mesa
redonda con pesos pesados de la historia: Pepe Sedano, Eusebio Rodríguez
Padilla, Jorge Barroso y Fran Martín.
Cuentacuentos
con alma: Sonia Cruz encantando a pequeños y no tan pequeños con historias que
sí merecen ser contadas.
Presentación
poética de Diario de un romancero, con Manuel Iribarne, Brianator y
el podcast más escuchado de Almería, Del Pico al Micro.
Charla
de egiptología con Rubén Villalobos, que hace viajar milenios sin salir del
asfalto almeriense.
Todo
esto sin moquetas ni acreditaciones. En la calle, entre lectores. Porque la
cultura, la de verdad, no necesita permiso. Solo necesita ganas.
Y al
final, fíjese usted por dónde, hasta vamos a darles las gracias. Sí, gracias
por recordarnos por qué hacemos esto. Viendo cómo algunos entienden la cultura,
a uno le entran aún más ganas de defenderla. Nos querían fuera. Pues aquí nos
tienen: en la calle, con los nuestros. Donde realmente importa.
Círculo
Rojo seguirá creando cultura en Almería. Les guste o no. Nos cierran una puerta
y abrimos diez ventanas. Y una cosa más, queridos organizadores: no esperen que
volvamos a pedirles sitio. Se acabó. Una y no más.
Cierren
las puertas que quieran. Nosotros seguiremos abriendo libros.
Alberto Cerezuela